Fuente de trabajo básica para la climatología y, en particular, de su rama sinóptica es la cartografía de los sistemas de presión a diferente altitud. El término sinóptico, del griego sun~oyiV, significa "visión general o comprensiva"; y, en efecto, los mapas de tiempo ofrecen una visión global de los aspectos meteorológicos que caracterizan el tiempo atmosférico en un territorio. Las primeras cartografías meteorológicas se elaboraron en los primeros decenios siglo XIX por Brandes (1820), Redfield (1825), Henry (1849) y Le Verrier (1854), pero será en la segunda mitad de dicho siglo cuando la edición regular de mapas del tiempo (boletines diarios) alcance difusión merced a la publicación de boletines a cargo de las instituciones meteorológicas nacionales y su inclusión en algunos períodicos de prestigio. En Francia el Boletín meteorológico internacional del Observatorio de París incluiría, desde 1863, la edición de una carta de isobaras en Europa. A esta iniciativa se sumaron otros países, entre ellos España en 1893.
Los mapas de tiempo mejoraron su confección considerablemente gracias a los descubrimientos meteorológicos de la Escuela meteorológica noruega de Bergen, con sus aportaciones sobre los frentes y la caracterización de las masas de aire. A ello se unirá la regularidad en la observaciones meteorológicas de altitud a partir, sobre todo, del segundo conflicto bélico mundial y, desde los años cincuenta, la consolidación de redes mundiales de radiosondeo.
Los boletines meteorológicos diarios incluyen, junto a tablas con datos analíticos de los observatorios principales de cada país, análisis de superficie, topografías de la troposfera media y superior, y, en algunos casos, mapas climáticos (temperaturas y precipitación) y curvas de estado con datos de radiosondeo. La cartografía meteorológica actual resulta muy variada en virtud de la simbología manejada, de la escala de trabajo y de las superficies de representación que integran un boletín diario.
Un boletín meteorológico diario se compone de mapas de superficie, mapas de altitud y mapas de altura. Los primeros son representaciones cartográficas que contiene la disposición de los campos de presión a nivel de mar (es decir, a 0 metros). La configuraciones de presión viene dibujadas por una líneas (isobaras) que unen los puntos geográficos con idéntica presión atmosférica (medida en mb o hPa.). Un mapa de altitud es una mapa topográfico de superficies de igual presión atmosférica en el que se plasman las figuras topográficas que derivan de la presencia de una u otra masa de aire en una superficie isobárica concreta. Estas figuras topográficas vienen diseñadas por el trazado de líneas de igual altitud (isohipsas). Se elaboran topografías de 850, 700, 500, 300, 200 y 100 hPa. Un mapa de altura es aquél cuyas líneas unen los puntos de igual espesor entre dos superficies isobáricas a distinto nivel. La líneas de representación son, en este caso, líneas de espesores que unen los puntos en que el espesor del estrato comprendido entre dos superficies isobáricas es el mismo. Se denominan también "topografías relativas" puesto que las líneas con las que se trazan son también líneas isohipsas (puntos de igual altura), pero en este caso el nivel de base no es el nivel del mar (0 metros) sino la altitud a la que se sitúe la isohipsa de la superficie isobárica más próxima al suelo. Estos mapas de altura o espesor son muy útiles para la predicción meteorológica al delimitar sectores con idéntico "viento térmico", viento ficticio (no se puede medir con un anemómetro) obtenido matemáticamente que surge, cuando es distinta la densidad media en columnas de aire yuxtapuestas, justamente para tratar de igualar las temperaturas medias de las mismas. Los mapas de altura que se incluyen con más frecuencia en los boletines meteorológicos son los espesores de 500/1000 hPa y de 500/850 hPa. El interés climático de estos mapas radica en que en ellos se aprecia de forma clara los rasgos térmicos de la masa de aire que afecta a un determinado ámbito geográfico. La simbología empleada para determinar esta categoría son las letras F (frío) y C (caliente) ó, en inglés, C (cold, frío) y W (warm, caliente). Conviene no confundir los conceptos altitud y altura en el comentario de mapa de tiempo. Resulta un olvido frecuente emplear la expresión "mapa de altura" para referirse a los mapas de 500 ó 300 hPa que se incluyen en los boletines meteorológicos cuando lo correcto es denominarlos "mapas de altitud" puesto que están elaborados teniendo como punto de referencia el nivel de base 0 metros (nivel de mar).
En los mapas de tiempo, de superficie y altitud, isobaras e isohipsas aparecen asociadas dibujando configuraciones características. Así, en las topografías absolutas y relativas la existencia de índices de circulación zonal altos o bajos debidos a mecanismo de reajuste energético planetario se perciben en las representaciones de un mapa de tiempo. Así, una situación de alto índice de circulación zonal se refleja en los mapas de altitud con la existencia de isohipsas que recorren la escena sinóptica dispuestas de oeste a este. Es lo que se conoce como circulacion zonal (alto índice zonal) o circulaciones del oeste. En estos casos, la corriente en chorro circula en el sentido de los paralelos geográficos sin manifestar, apenas, sinuosidades. Por contra, una situación de bajo índice zonal se manifiesta en los mapas de altitud por la existencia de isohipsas que han perdido su recorrido zonal y presentan sinuosidades, de mayor o menor grado, que convierten los flujos en meridianos (es decir, isohipsas y corriente en chorro circula en sentido de los meridianos, norte-sur o sur-norte). Es lo que se llama circulacion azonal o meridiana. Este segundo tipo circulatorio condiciona la aparición de las siguientes figuras topográficas en relación con la masa de aire existente en su seno:
-Vaguada o valle planetario: Configuración topográfica no cerrada que determina en nuestro hemisferio circulaciones meridianas de masas de aire de sentido norte-sur. Las masas de aire cuyas expansiones generan vaguadas son las masas de aire polares y árticas. Al tratarse de masas de aire frías, las configuraciones topográficas de vaguada son campos de baja presión que vienen representados en las topografías absolutas con la letra B y en los mapas de espesor con la letra F (frío) o C (cold). El eje de las vaguadas puede adoptar sentido diverso en virtud del valor del indice de circulación zonal, de forma que resulta meridiano (N-S) con índice bajo, adquiriendo disposición cuasi-paralela (NE-SW) cuando la velocidad de circulación de la corriente en chorro cae por debajo de 70 Km/h, es decir, con índice zonal muy bajo. En este último caso, las ondas de circulación planetaria experimentan retrogresión, es decir, se mueven hacia el oeste, en lugar de hacia el este siguiendo las pautas de circulación atmosférica normales de las latitudes medias (zona de circulación del oeste).
-Gotas frias, bajas desprendidas en altitud, depresiones frías en altitud, o embolsamientos de aire frío desarollados en el seno de una vaguada por seclusión de una o más isohipsas (vid. gota fría).
-Crestas y dorsales o áreas topográficas no cerradas de alta presión formadas por expansiones de masas de aire cálidas hacia latitudes superiores. Las masas de aire que entran en juego para generar estas configuraciones son la tropical marítima y la tropical continental. Estas figuras suponen trayectoria meridiana de flujos en sentido SUR-NORTE.
Configuraciones de presión cerradas, en superficie o altitud, son los anticiclones y las bajas presiones. Se habla de altas presiones, máximos o anticiclones para designar una configuración de isolíneas tal que los valores más elevados se sitúan en el centro, y por tanto disminuyen hacia la periferia. La presencia de esta unidad isobárica cerrada se indica colocando en el centro el signo + o letras (A, H). En cambio, se habla de centro ciclonal, área ciclonal cerrada, depresión o baja presión, cuando la presión crece hacia la periferia y decrece hacia el centro. Se coloca en el centro el signo - o las iniciales D, L, T ó B.
Los análisis en superficie ofrecen, además, una serie de unidades isobáricas abiertas, tanto de alta como de baja presión. Las de alta presión son las dorsales o crestas, que a veces, más afiladas, se denominan cuñas. Las dorsales pueden aparecer como tal unidad abierta de alta presión sin más o como prolongación de un máximo. Configuraciones isobáricas abiertas de baja presión son los talwegs, con eje de posición variable y formación vinculada a calentamientos muy intensos de la superficie terrestre con pérdida de densidad del aire y, por tanto, descenso de presión.
Término procedente también de la topografía es el de collado, que sirve para designar la configuración isobárica constituida por isobaras no cerradas y una típica forma de silla de montar, producto de una disposición en cruz de dos anticiclones y dos borrascas. Si el eje que une los anticiclones es dominante se habla de puente anticiclónico, y, si lo es el que une las borrascas, de desfiladero de bajas presiones.
Se habla de pantano barométrico o marasmo, para referirse a una situación caracterizada por la presencia de isobaras muy distanciadas, con valores próximos al de la presión normal. Se trata de un área de calma, prácticamente sin vientos; de ahí que también, de manera inexacta, se emplee para pantano barométrico el término de calmaría, que alude precisamente a esta circunstancia de calma atmosférica, empleándose el nombre de calmería cuando la falta de viento se produce sobre una superficie marina. Es una configuración que se manifiesta con mucha frecuencia sobre el Mediterráneo Occidental y la Península Ibérica durante el verano. Su presencia se vincula con la implantación del régimen de brisas.
Se denomina isobaras paralelas al haz largo y bien establecido de isobaras dispuestas una junto a otra en el sentido de los paralelos. Es la configuración de superficie propia de jornadas con circulación zonal intensa en las capas altas de la troposfera. La mayor proximidad de las isobaras supone aumento del gradiente horizontal de presión y, por ende, velocidades mayores de vientos.
En los mapas de superficie hemisféricos del boletín meteorológico europeo puede efectuarse el seguimiento de fenómenos atmosféricos de latitudes intertropicales que vienen representados con simbología específica. En este sentido, destacan los siguientes: Ciclón tropical: Configuración isobárica cerrada de muy baja presión propia del ámbito intertropical.que vienen representada por un punto negro (punto blanco, sino ha alcanzado el grado de madurez) con dos aspas orientadas en el sentido de giro del vórtice ciclónico. Junto a este símbolo se añade el nombre que recibe cada ciclón tropical según el sistema de denominación seguido en cada región oceánica y Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT) o franja de enfrentamiento de los vientos alisios de posición variable a lo largo del año y a la que se asocia una banda nubosa. Se representa por dos líneas paralelas unidas entre si, a modo de escalera dispuesta en sentido de los paralelos.
En España, el primer boletín meteorológico data del 1 de marzo de 1893, editado, entonces, por el Instituto Central Meteorológico, antecedente del actual Instituto Nacional de Meteorología. El Boletín meteorológico que edita, actualmente, dicho Instituto, incluye tres análisis de campos isobáricos en superficie (a 12 h. y 18 h, T. M.G. del día anterior y a 6 h. T.M.G. del día en curso), y diversos cortes topográficos de la troposfera, a 12 h. (T.M.G.), que incorporan isotermas a intervalos de 4 º C: topografías de 850, 700, 500 hPa y 300 hPa, en ésta última se dibuja la corriente en chorro con trazo negro intenso. El boletín se completa con la hoja de datos analíticos que incluye valores de los registros térmicos (máxima y mínima), precipitaciones acumuladas y horas de sol de las estaciones de primer orden tuteladas por el Instituto Nacional de Meteorología. La proyección de representación cartográfica es la estereográfica polar con mapas a escala 1: 40.000.000.
No es posible aludir aquí a los numerosos modelos de circulación formulados desde que, más de trescientos años atrás, el famoso astrónomo inglés Edmond Halley publicara, en 1688, su célebre mapa de vientos a escala mundial, acompañado de una serie de consideraciones acerca de las calmas ecuatoriales, monzones y chimenea ecuatorial. Así, pues, nos referiremos a los más difundidos. En 1735, George Hadley incluía en su Philosophical Transactions un esquema de circulación atmosférica general, a tenor del cual los vientos circulaban de norte a sur en el hemisferio septentrional, haciéndolo para el austral en sentido contrario; la desviación hacia el oeste de los alisios sería debida a la diferencia latitudinal de velocidad líneal de la rotación terrestre, máxima en el ecuador, de manera que los vientos dirigidos hacia el mismo quedarían retrasados, originando un flujo de sentido contrario al de aquélla. Un siglo después, en 1836, Heinrich Dove cuestiona el modelo de Hadley y propone otro alternativo, cuya justificación radica en un mecanismo de constrastes térmicos entre polos y ecuador, de esta naturaleza sería asimismo la periodicidad estacional de los monzones, concebido como un gigantesco sistema de brisas. Similares son las conclusiones a que llega, en su Physical Geography of the sea and its Meteorology (1855), el marino y oceanógrafo estadounidense Matthew Maury. De ambos discrepa William Ferrel, quien, el año 1856, enuncia su divulgada ley de que, a causa de la rotación terrestre, cualquier cuerpo que se mueva libremente es desplazado hacia la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en el austral; sería, por tanto, la fuerza desviadora de la Tierra la que marcaría los rumbos de ambos alisios.
Los considerables progresos de la meteorología dinámica en el último cuarto de la centuria precedente y la actual se traducen en la elaboración de nuevos modelos. Así, el de Guldeberg-Mohn (1875) busca la explicación de la circulación atmosférica general en un planteamiento que suma leyes mecánicas al motor termoconvectivo. Más innovador resulta el debido al catedrático de Física en la universidad de Berlín Hermann von Helmholtz, quien estableció el principio de conservación de la energía y las leyes de los torbellinos en los fluidos. Ya en el siglo actual, Jacob Bjerknes, miembro destacadísimo de la Escuela de Bergen, que en 1919 describió y representó el ciclón extratropical o noruego, propuso un esquema de circulación general que, además, de incluir el Frente polar, concepto acuñado por el mismo y Halvor Solberg, prefigura algunos rasgos del célebre modelo tricelular de Carl-Gustav Rossby (1941). Este posee el indudable mérito de constituir una síntesis conjunta de las circulaciones zonales y meridianas, diferenciando en cada hemisferio las células de Hadley, Ferrel y Polar. El eje de dicho modelo radica en la interacción continua entre flujos y centros de acción, supeditada a factores térmicos y dinámicos; unos años después sería revisado por el propio Rossby, quien, junto con sus discípulos de la Escuela de Chicago hizo una notable contribución al estudio del jet-stream, cuya existencia fue verificada con motivo de la II Guerra Mundial. Elaborado tras la detección de los jets templado y subtropical, el modelo de Palmen (1951) incluye ambos, haciéndolos coincidir con sendas roturas de la tropopausa. Tres lustros después, y a partir de los esquemas de Scherhag, Mintz y Dean y de los cortes verticales de Riehl, Pédelaborde traza una modelo de circulación atmosférica general a 5 km. de altitud, que tiene en cuenta tanto la configuración del campo de presiones resultante de la distribución de temperaturas como las leyes del torbellino absoluto y el principio de conservación del momento de rotación en torno al eje de los polos. Su esquema muestra, como rasgos básicos, la gran zona de circulación general del oeste, limitada por el jet subtropical, y una circulación celular en el ámbito subtropical. Gran semejanza con éste guarda el debido a su discípulo Pierre Pagney, que destaca l papel de los máximos subtropicales como piezas maestras de la circulación atmosférica general. Los avances registrados este último cuarto de siglo en el conocimiento de la circulación atmosférica general, con la importante aportación que representan las imágenes de los satélites meteorológicos polares y geoestacionarios, han sido recogidos en los esquemas actuales. Así, Meehl (1987), que añade a los jets del oeste polar y subtropical, uno ecuatorial des este sobre el hemisferio norte durante el verano boreal, subraya el papel de la célula de Hadley en la transmisión de energía hacia latitudes superiores, haciendo notar su hipertrofia durante el invierno correspondiente.